BAHAMONDES, LUIS, NELSON MARÍN, LUIS ARÁNGUIZ Y FLORENCIA DIESTRE. RELIGION AND YOUTH. THE IMPACT OF SOCIO-CULTURAL CHANGES ON THE PROCESSES OF TRANSMISSION OF FAITH.
Elainé Martínez
1Núcleo de Investigación y Acción en Juventudes, Universidad de Chile, Chile. elodny.md@gmail.com
BAHAMONDES, LUIS; MARÍN, NELSON; ARÁNGUIZ, LUIS; DIESTRE, FLORENCIA. ., RELIGIÓN Y JUVENTUD. EL IMPACTO DE LOS CAMBIOS SOCIOCULTURALES EN LOS PROCESOS DE TRANSMISIÓN DE LA FE. ., SANTIAGO: ,, EDICIONES UNIVERSIDAD ALBERTO HURTADO, ,, 2020. ,, 200p. PÁGINAS
El libro, escrito por los historiadores Luis Bahamondes y Nelson Marín, el lingüista Luis Aránguiz y la antropóloga Florencia Diestre, se instala en el contexto de la actual discusión sobre el fenómeno religioso en Chile, tras una época marcada por trasformaciones socioculturales y reconfiguraciones del sistema de creencias de los chilenos. Desde la vuelta a la democracia en los ’90 se ha notado una creciente desconfianza hacia las instituciones tradicionales en Chile, donde la figura de la Iglesia no ha sido la excepción. Quienes adscriben a la fe católica bajaron de un 70% en 2006 a un 45% en 2019 y de ellos solo el 25% manifiesta tener confianza en la institución, aunque el 76% de encuestados declara creer en Dios (Centro de Políticas públicas UC de Chile 2-13).
Esta situación es analizada por los autores del libro, ya que un escenario similar se aprecia en el componente juvenil, donde, de acuerdo con el Instituto Nacional de la Juventud (105), solo el 7,3% de los jóvenes señala tener una alta confianza en la Iglesia u organizaciones religiosas, en tanto que existe un porcentaje mayor de jóvenes que se declara creyente en Dios a pesar de desconfiar en la institución. A partir de esto, los investigadores se proponen analizar las experiencias religiosas de los jóvenes católicos, profundizando en el proceso de transmisión de su fe, describiendo los espacios de socialización religiosa que les hacen sentido y analizando quiénes son y cuál es el rol de los agentes que intervienen en su socialización (18).
Cabe señalar que este escrito es el resultado de una rigurosa investigación cualitativa que incluyó entrevistas semi estructuradas y grupos focales con 60 jóvenes, padres y madres de colegios y universidades católicas de distintos estratos socioeconómicos, además de tener en cuenta el tipo de fe que profesaban los jóvenes, identificada como activa o pasiva. De este modo, el libro genera una contribución metodológica y teórica a los estudios del fenómeno religioso en Chile al situarse desde las miradas y experiencias de jóvenes sobre su vivencia religiosa, considerándolos un aporte para la construcción de los nuevos marcos de sentido y reconfiguraciones de lo religioso. Así mismo, problematiza la clásica figura adultocéntrica del joven como receptor de conocimiento, que le resta a ese sujeto su autonomía, capacidad de acción y de conocimiento, en este caso respecto de su fe y las instituciones que persiguen su socialización.
A través de los cinco capítulos, el libro discute las dinámicas de transmisión de la fe en los jóvenes católicos, interrogando el rol de la familia como agente transmisora, el de la Iglesia como institución encargada de comunicar y dotar de contenido la fe y doctrina cristianas, y los establecimientos educacionales -colegios y universidades- como espacios de socialización. Además, entrega un marco conceptual riguroso para situar y comprender las transformaciones de las lógicas de sentido de lo religioso y las nuevas formas de experimentar/vivenciar la fe en los jóvenes, las que entran en tensión con la doctrina cristiana.
De este modo, el primer apartado analiza la incidencia de los cambios socioculturales experimentados en Chile desde la década de los ’90, poniendo atención a las formas de comunicación trastocadas a raíz de la masificación de la tecnología, el consumismo y el individualismo que han incidido en la práctica religiosa de los jóvenes católicos. A su vez, teniendo en cuenta la crisis de sentido a la que se enfrenta la sociedad moderna, plantea que la necesidad individual de definir su identidad ha afectado los vínculos de los jóvenes con la religión y sus expresiones institucionales (Berger y Luckman 114). La importancia de este capítulo radica en que aborda, desde un enfoque crítico, las nociones adultocéntricas (Duarte 112-118) que han tenido las instituciones religiosas sobre la juventud, subestimando la capacidad de mediación que pudieran tener los jóvenes respecto de su praxis religiosa. Este problema ha llevado a una incapacidad de las instituciones religiosas de comunicarse con los jóvenes y comprender sus nuevas formas de construir, experimentar y resignificar lo sagrado, influyendo en la “participación y adhesión religiosa de los segmentos juveniles” (18).
El segundo capítulo está dedicado al análisis de los imaginarios y dinámicas vinculados a la transmisión de la fe en los jóvenes, con preguntas guías como: ¿Cómo se significa la Iglesia? ¿Qué se entiende por fe? ¿Cómo se vive la fe? y ¿Cuál es el rol de la familia? Los autores generan un acercamiento a estas nociones a través de la teoría de las representaciones sociales, constatando que su conceptualización y transmisión se funda en diferencias de carácter etario y socioeconómico, donde los sectores altos tienen como principal agente socializador a la familia, mientras que en los medios a bajos ese rol lo cumple el establecimiento educacional. El análisis muestra resultados trasversales a los jóvenes. Estos no utilizan las definiciones tradicionales de la teología para referirse a asuntos religiosos, lo cual no implica que su religiosidad haya decaído, sino que, más bien, han transformado e incorporado nuevos elementos a ella, lo que conlleva una difuminación de los límites institucionales de ‘lo sagrado’ en tanto este pasa al plano de la comprensión e interpretación personal. De este modo, los resultados señalan que los escolares construyen sus representaciones de la Iglesia de acuerdo con su posición social, donde la institución es vista como un espacio social para los estratos medios/bajos, versus un espacio de formación individual para la ayuda humanitaria en los altos. Lo mismo ocurre con los universitarios, que posicionan a la institución en el ámbito social, restándole relevancia como agente transmisor teológico. Así mismo, los resultados señalan una polisemia del término ‘fe’, pues se construye desde las distintas subjetividades de los jóvenes, donde resaltan los establecimientos educacionales como principales agentes socializadores a través de espacios secularizados, como las actividades extraprogramáticas dedicadas al servicio social de la escuela. Esto es relevante, pues los jóvenes buscan definir su fe sin necesidad de una mediación institucional, sino por medio de la praxis con otros grupos sociales.
El tercer capítulo aborda los procesos de transmisión generacional de la fe en los jóvenes, profundizando en la labor de la familia dentro de ella y de otras figuras significativas. Frente a esto, es importante considerar que la concepción de familia se ha transformado en los últimos años a raíz de la conformación de nuevos vínculos afectivos entre los sujetos, la responsabilidad parental desigual y la demanda laboral que se traduce en menos horas de dedicación a la familia. Esto ha llevado a que se amplíe el paraguas conceptual sobre los modelos de familia y que se tensione el discurso tradicional de la Iglesia del “modelo de familia cristiana como la principal institución social encargada de la socialización religiosa de los jóvenes” (95), debido a que genera un conflicto entre las familias y los contenidos teleológicos del Evangelio. Considerando lo anterior, los principales resultados muestran que los jóvenes reconocen a la familia como el primer espacio que les abrió el camino hacia la religión y la fe, y existe un predominio la madre en el binomio padre-madre, al ser una figura presente, cercana y que promueve sus prácticas religiosas cotidianas.
Esta situación chilena dista de algunos estudios sobre familia y religión llevados a cabo por distintos autores en Estados Unidos, como el de Petts, que afirma la alta dependencia que posee la religiosidad juvenil respecto de los padres en base al “modelamiento espiritual” (3), destacándolas como las principales formas de socialización religiosa. Dicha situación, en el caso chileno, tiende a prevalecer solo en los sectores socioeconómicos medios y altos, en tanto que en los bajos sobresalen figuras como la madre, la abuela y las escuelas, lo que obliga a poner el foco en la composición curricular de espacios de formación pastoral. Por otra parte, los jóvenes han comenzado a disputar su tiempo como un derecho personal, perdiendo progresivamente el interés en instancias de socialización religiosa y prefiriendo sus propios modos de comunicación y asociatividad, lo cual evidencia una mayor agencialidad al momento de construir su propia relación con lo religioso.
El cuarto apartado ahonda en el papel de los establecimientos educativos como agentes transmisores y desarrolladores de la fe en los jóvenes. Allí se analizan las estrategias formativas y de acompañamiento desplegadas por las instituciones escolares y universitarias. Dentro de estas destacan la atracción que suscitan en los jóvenes las clases de religión, que actúan como espacios formativos de discusión sobre temáticas sociales y de entrega de herramientas para leer la realidad social, tomando relevancia la figura de los profesores y pastoralistas que generan propuestas innovadoras a la hora de fomentar la participación religiosa. Asimismo, profundizan en la importancia que les otorgan a otros espacios que no están catalogados como escolásticos, como las actividades extraprogramáticas -scout, campañas solidarias, etc.-, a través de las cuales los jóvenes elaboran nuevas rutas respecto a lo espiritual y la vivencia de la fe. En el caso de los universitarios, la vivencia de la fe se despliega fuera de los espacios educativos, debido a que estos suponen la apertura a la diversidad y pluralidad de sistemas de creencias, por lo cual prefieren retraer sus vivencias religiosas a espacios personales e individuales al interior de grupos de confianza. En relación con lo anterior, se puede apreciar que las experiencias religiosas y la vivencia de la fe en los jóvenes se han trasladado hacia el plano individual, siendo trastocadas y reconfiguradas por sus contextos sociales y existenciales. En tanto la regulación institucional, la doxa y los espacios eclesiásticos quedan relegados a un segundo plano como espacios de socialización de fe.
Finalmente, en el quinto capítulo se realiza una breve contextualización histórica sobre la labor de la Iglesia católica en la educación chilena, para posteriormente abordar las transformaciones de dicho espacio y los desafíos que se presentan ante una sociedad que tiende a secularizarse y vivir lo religioso individualmente. En virtud de ello, y debido a la escasez de lenguaje teológico en las representaciones de los jóvenes, el libro invita a replantearse la enseñanza de los sacramentos en las escuelas católicas para acercarse a las nuevas formas de comunicación y a los nuevos marcos de sentido y de contenido que los jóvenes han ido otorgando a lo sagrado.
Para concluir, es necesario mencionar que este estudio abre una discusión disciplinar sobre el fenómeno religioso en Chile, en la que pone de relieve la capacidad de agenciamiento de los individuos para construir sus propios marcos de sentido sobre lo sagrado y lo religioso, fenómeno que se ha estado discutiendo en Latinoamérica a partir de lo que se denomina como “religión vivida” (Morello 328). Además, hace evidente la necesidad de reflexionar sobre la relación que las instituciones tradicionales están teniendo con las juventudes, ya que deja en evidencia la capacidad de acción, cuestionamiento y transformación que los jóvenes tienen ante la realidad social.
Desde ahí es que la invitación del libro es continuar con la discusión sobre los deslindes de lo considerado como sagrado y religioso. En relación con ello, una de las críticas que se le puede realizar al libro es que ahonda parcialmente en la construcción y las diferencias generacionales en torno al componente de lo sagrado. Esto debido a que, si bien analiza el papel que tienen los agentes educacionales e institucionales en la transmisión de la fe de los jóvenes, lo hace solamente desde los recursos, soportes y espacios que entregan, sin incluir directamente en la investigación a los sujetos institucionales, como sí se hace con la familia.
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References: REFERENCIAS
Berger, Peter y Thomas Luckmann. Modernidad, pluralismo y crisis de sentido. Barcelona: Paidós, 1997. Impreso [ Links ]
Centro de Políticas Públicas UC. Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile. Encuesta Bicentenario, 2019, Encuesta Bicentenario, 2019, https://cutt.ly/gTp2Qbe . Acceso 08 abr 2021. [ Links ]
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Morello, Gustavo. “Modernidad y religiosidad en América Latina”. Razón y fe, Vol.276. no. 1429, 2017, 327-328, 1429, 2017, 327-328, https://cutt.ly/1Tp2AjM . Acceso 10 may 2021 [ Links ]
Petts, Richard. “Parental religiosity and youth religiosity: Variations by family Structure”. Sociology of Religion, Vol.76. no. 1, 2015, pp. 95-120, 95-120, https://doi.org/10.1093/socrel/sru064 . Acceso 12 abr 2021 [ Links ]
Received: April 16, 2021; Revised: May 14, 2021; Accepted: May 14, 2021
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