Resistance of the secret and the woman as a question
Ana Traverso
ABSTRACT
In the first decades of the twentieth century, when first-wave feminism was confronted by medical discourses that tended to display the supposed natural inferiority of the woman, psychoanalysis appeared as a science and practice which, together with seeking to make women speak through therapy, was also prone to placing them in the realm of the enigma and the indecipherable. Seemingly, many women writers would have attempted to unveil the secret of femininity by narrating the private lives of their protagonists. However, we can observe instead a kind of resistance to being analyzed based on the codes of science and classical myths, and offering in place of that a challenge to the very question of the secret of the woman. In particular, I propose reading “Las islas nuevas” by María Luisa Bombal as a text that enters into argument with the alleged interest of men in examining women, questioning the interpretation that they offer, their supposed desire to listen, the place of analysis in which women are poised, and the pretension of giving a solution to a question that is itself questionable.
KEYWORDS: María Luisa Bombal; Las islas nuevas; women’s writing; resistance; psychoanalysis; enigma of the woman
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References: REFERENCIAS
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1Pienso en las novelas La mujer de sal (1964) de María Elena Gertner y La mujer desnuda (1950) de Armonía Somers, a las cuales me referiré más adelante, así como El peldaño (1974) de María Flora Yáñez, por poner algunos ejemplos.
2Me refiero a los ensayos “La sexualidad femenina” (1931) y “La feminidad” (1932), además de sus estudios de casos sobre la histeria femenina, entre otros.
3Son varias las feministas que han analizado los postulados de Freud sobre la mujer y la feminidad. Entre otras, L. Irigaray, J. Mitchell, K. Millett, B. Friedan, S. de Beauvoir, por nombrar algunas. Sin pretender exhaustividad sobre las críticas que ofrece el freudismo respecto a la mujer, nos interesa pensar el cuento de Bombal como resistencia a ciertas ideas instaladas del psicoanálisis.
4A pesar de que ciertas temáticas como el secreto, el deseo y el silencio de la mujer están presentes en casi toda la narrativa de Bombal, me interesa analizar este cuento en particular, por el modo en cómo se aborda la “mirada fálica” (Garrels) de los personajes y su resistencia en el texto. Es por ello, que me refiero exclusivamente a la crítica sobre “Las islas nuevas”, a pesar de los importantes aportes de Carreño, Espinosa, Bianchi, Román, Areco y Lizama en su reciente compilación de ensayos sobre Bombal, solo por nombrar algunos.
5Gabriela Mora, en su artículo “Rechazo del mito en Las islas nuevas, de María Luisa Bombal” propone leer el texto de Bombal en contra de lo dicho anteriormente por la crítica (Guerra y Vidal, principalmente), quienes plantean que la esencia femenina “se caracterizaría por una naturaleza ‘irracional, instintiva, sensual e imaginativa’, enraizada en lo ‘maravilloso ancestral’. Así, en reacción a estos “viejos mitos definidores de lo femenino”, Mora observa “en los textos de la autora una pugna contra esos principios”, donde “el arraigo del arquetipo femenino” se presenta como “una experiencia vivencial desgraciada”. La propuesta central de Mora es que “[L]a conjunción del arquetipo femenino unido a una existencia desgraciada, por su recurrencia, deviene signo cuestionador del mito mismo, socavando su validez” (854). La mujer sería un “ser incompleto, deformado y, por tanto, infeliz”, donde el “muñón de ala que crece en el hombro de su protagonista” sería “una dramatización textual de la experiencia de la mujer; una apertura al cúmulo de contradicciones que marcan su experiencia y una toma de posición contraria a una supuesta esencia femenina” (855).
6En una línea argumentativa similar, Nicolás Román divide la lectura crítica sobre la obra bombaliana entre una versión que apoyaría las estrategias de subversión y otra que postula la continuación de modelos tradicionales, proponiéndose él mismo desmontar esta encrucijada a través del tratamiento del “deseo”. ¿Es el deseo de Bombal una proyección del deseo masculino o una descomposición de la trama significante patriarcal?, se pregunta. El feminismo, la política y la racionalidad (luminosa) se desconstruirían a través de “una agencia crítica y prófuga, cuya enunciación no se realizarían en términos de luminosidad” reivindicatoria (175).
7A pesar de que en las entrevistas que dio María Luisa Bombal, insiste en la disposición de las mujeres hacia el amor, reforzando los modelos tradiciones de la diferencia sexual, en las afirmaciones ya expuesta: “no creo que los derechos sociales reconocidos oficialmente en la actualidad a la mujer puedan cambiar lo íntimo de su naturaleza. Creo que somos y seguiremos siendo la eterna mujer. La idealista, sensible, sacrificada, ávida ante todo de dar y recibir amor” (373). A pesar de estas opiniones, y considerando que en los propios textos se confirman afirmaciones como estas, me parece que es posible leer este relato (u otros) en un esfuerzo de resistencia consigo mismo, auto-transgrediendo sus propias afirmaciones, cuestionando no necesariamente la imagen de mujer contenida en el texto, sino aquella voluntad de transformar a la mujer en un objeto de análisis e interpretaciones.
8Respecto a la recepción que María Luisa Bombal pudiese haber hecho del freudismo y el psicoanálisis, nos conformamos con asumir un rechazo explícito a estas teorías en el sentido ya señalado, y a partir solo de esta frase, suponiendo un conocimiento general de estas ideas, con su difusión y circulación en los medios de masa, en los grupos de intelectuales y profesionales, y, por cierto, en el medio especializado, que habría tenido, sobre todo, a partir de la década del ’30, tal como ha estudiado Mariano Ruperthuz para el caso chileno. La amplia circulación del psicoanálisis ya para esos años -desde la cultura letrada a la popular y tanto en Chile como Argentina (ambos lugares donde vivió Bombal)- permitirían hablar de una apropiación y reelaboración de sus ideas “atravesado por tradiciones locales, orientaciones ideológicas, cuestiones de género y todo lo que se resume a través del concepto de habitus nacional” (Ruperthuz 35).
9O como lo expuso Virginia Woolf en 1929: “Hace siglos las mujeres han servido de espejos dotados de la virtud mágica y deliciosa de reflejar la figura del hombre al doble de su tamaño natural” (38). “Por eso Napoleón y Mussolini insisten enfáticamente en la inferioridad de las mujeres, porque si ellas no fueran inferiores, ellos no serían superiores. Eso explica en parte lo necesarias que son las mujeres para el hombre” (39).
10Una excepción a esa lectura, la ofrece el trabajo de Susana Münnich, quien trasciende la preocupación de ver en el relato una reproducción o cuestionamiento del “mito”, “arquetipo” (en palabras de Mora) o estereotipo femenino, a través de su personaje central, Yolanda, sino que considera que los enigmas del cuento (“esas islas que emergen y desaparecen y el extraño muñón de Yolanda, y el lector supone que la clave se encuentra en la vinculación que existe entre estos dos componentes”), corresponderían a “la visión estereotipada y prejuiciosa que tiene Juan Manuel de la mujer”, siendo este problema “la matriz del cuento” (69). Como se verá posteriormente en el desarrollo de este trabajo, compartimos esta última propuesta en tanto sitúa todo enigma o misterio acerca de la mujer como una pregunta o preocupación exclusivamente masculina.
11La pregunta que articula el libro de Shoshana Felman habría surgido en una sesión de análisis de Marie Bonaparte con Freud, en 1925, donde él le habría confesado que: “The great question that has never been answered and which I have not been able to answer, despite my thirty years of research into the feminine soul, is “What does a woman want?” (cita que Felman extrae del libro de Ernest Jones, The life and Work of Sigmund Freud de 1955) y que Célia Bertin traduce como: “La gran pregunta sin respuesta a la cual yo mismo no he podido responder a pesar de mis treinta años de estudio del alma femenina es la siguiente: ¿Qué quiere la mujer?” (263).
12Sigo en este trabajo las interrogantes y aciertos que Felman discute a propósito de la pregunta de Freud y que desarrolla en textos escritos por varones (Balzac y Freud) y por mujeres (Woolf, de Beauvoir y Rich), centrándome para nuestro caso en su análisis del sueño de Irma que expone Freud en La Interpretación de los sueños. Felman propone que Freud, con la pregunta qué desean las mujeres, instala la preocupación o el problema que no se sabe lo que una mujer desea. En una sociedad patriarcal el supuesto es que una mujer desearía ser madre, esposa o hija; ser amada por un hombre; y en la perspectiva de Freud, tener o desear ser el falo; darse cuenta de la envidia del pene. Lo que la mujer desea es un problema no resuelto por el psicoanálisis y el patriarcado. Presumiblemente lo que una mujer desea es algo distinto a lo que el patriarcado prescribe para ellas (72-74).
13N. del. E: Las cursivas son de la autora de aquí en adelante.
14Es necesario enfatizar que Juan Manuel está insistentemente desconfiando de su percepción: “¿Qué significa este afán de preocuparme y pensar en una mujer que no he visto sino una vez?” (152). “¿Qué me pasa?” (153), se pregunta más adelante. Para llegar a sentirse totalmente defraudado de su capacidad analítica: “Un gran cansancio lo aplasta de golpe. No sabe nada, no comprende nada” (165).
15En el texto se describe a Juan Manuel rodando “enloquecido por los caminos agarrado a su volante” (163) mientras conduce a Buenos Aires.
16La tesis de L. Irigaray en Espéculo de la otra mujer apunta precisamente a mostrar cómo este instrumento masculino, el espéculo, penetra en el cuerpo de la mujer para aclarar/ver/observar los secretos de la cueva (vagina). En particular, su crítica a la teoría de Freud sobre la diferencia sexual se concentra en la “visibilidad” como categoría de análisis, entendida como “mirada fálica”. La proposición sobre lo ominoso supone la contemplación como actividad. “El envite sería, de entrada, la mirada” (Irigaray 38), por medio de la cual se percibe a la niña (castrada) como un “nada que ver”, “nada que enseñar”. Percibida como una ausencia, un “hombre pequeño” (pene/clítoris), una negación de la norma masculina, la mujer estaría fuera de la representación; el lado negativo, fruto de la “especularización” del sujeto masculino. A partir de acá concluye que el discurso filosófico sería incapaz de explicar la feminidad/mujer como algo que no sea el lado negativo de su propio reflejo. La “envidia del pene” “supone inscribirla en la ley del mismo deseo, del deseo de lo mismo” (Irigaray 46), con lo cual se le evita cualquier placer que pueda ser específicamente de ella. “Atrapada en la lógica especular machista, la mujer puede elegir entre permanecer en silencio, murmurando cosas incomprensibles […], o llevar a cabo una representación de sí misma como hombre inferior. Esta última opción, la mujer que imita, es, según Irigaray, un tipo de histeria” (Moi 144).
17En un hermoso ensayo sobre La última niebla, Soledad Bianchi propone la mudez como una “actitud defensiva”, un “modo de expresarse” y responder a la agresividad patriarcal. “Silenciarse significa, de cierta manera, crearse un espacio de libertad: calladas, estas mujeres no permiten que otros -pertenecientes al mundo rechazado- penetren en sus intimidades”. En el sentido que apunta Kofman sobre las mujeres que callan en la terapia, “el secreto con que estas protagonistas protegen sus mundos íntimos y misteriosos, de los que nadie debe enterarse, porque con frecuencia burlan y violan las imposiciones sociales” (Bianchi), allí, en el silencio, reside precisamente su resistencia. En la conservación del secreto, las protagonistas, en palabras de Nicolás Román se lee “una resistencia a un sistema que basa su subordinación en la visibilidad” (182).
Received: January 24, 2020; Revised: March 31, 2020; Accepted: June 01, 2020
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