Literature in Dispute: on the Baroque Fictions of Miguel de Cervantes, Jorge Luis Borges, and Washington Cucurto
Federico Correa Pose
Federico Correa Pose1
http://orcid.org/0000-0001-6663-1014
1 Universidad del Sur de California, EE.UU. E-mail: correapo@usc.edu
ABSTRACT
In Ficciones barrocas, Carlos Gamerro develops the concept of “baroque fictions” (baroque fictions) to refer to fictional works in which one can perceive a playful strategy in which opposites encounter and displace each other. One of the baroque folds is constituted by the opposition between the original and the copy, and in more general terms, between the authentic and the apocryphal, both identified by Gamerro in the works of Miguel de Cervantes and Jorge Luis Borges. In this article I propose to extend this analysis, taking in addition the case of Argentinian author Washington Cucurto, another writer associated with the baroque. I argue that two different conceptions of literature and two equally different notions of the author are at play in these encounters between copy and original, authentic, and apocryphal and reality and fiction. While in Cervantes there is a notion of literature as private property and of the author as proprietor, Borges and Cucurto revindicate literature as plagiarism and a figure of the author as someone devoid of authority and originality, all of which invites us to think of an alternative organization of literary language as a common possession instead of a property.
Keywords: baroque fiction; plagiarism; Cervantes; Borges; Cucurto
Received: March 14, 2024; Revised: April 04, 2024; Accepted: April 06, 2024
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1Para explicar esta diferencia entre propiedad y posesión resulta esclarecedor recurrir al análisis que hace Luis Othoniel Rosa, quien en su estudio sobre la obra de Borges --tomando como referencia las reflexiones de Pierre-Joseph Proudhon-- destaca que “la propiedad tiene una temporalidad fija. La propiedad privada tiene un carácter eterno, mientras que la posesión tiene una relación dinámica con el tiempo, lo que se posee cambia a medida que el número de poseedores o de recursos cambia” (Rosa, 2020, p. 52). Sin embargo, vale destacar que Proudhon no es el único en hacer esta distinción. Aunque quizás de manera no tan directa, Marx (1990) insinúa una diferencia similar cuando habla de cómo se gestionaría la tierra en una sociedad postcapitalista.
2En la introducción a la edición de Cátedra de la continuación apócrifa firmada por Alonso Fernández de Avellaneda, Alfredo Rodríguez López-Vázquez (2012) menciona que en la segunda parte cervantina del Quijote hay elementos de composición y de léxico que fueron tomados del texto apócrifo (p. 19). Eso, sumado a la inclusión de personajes de la obra de Avellaneda en la de Cervantes, muestra el alcance de esa imitación. Sin embargo, como espero mostrar, Cervantes imita a su imitador con el solo objetivo de resaltar la originalidad de su texto.
3Considerando lo que escribe Karl Marx (1990), podría hablarse aquí de un proceso de cercamiento de lo común (el lenguaje literario)-ergo, de acumulación originaria- pero que, lejos de circunscribirse a la prehistoria del capitalismo, se recrea permanentemente. La actualidad de los procesos de acumulación originaria es algo que han señalado varios y varias marxistas contemporáneos como Silvia Federici, Sandro Mezzadra y David Harvey, entre otros y otras. Considero que mencionar a Marx en este contexto es atinado, además, porque permite entender el trabajo como una actividad social, colectiva, cooperativa, y no puramente individual.
4En su clásico libro A Theory of Parody: The Teachings of Twentieth-Century Art Forms, Hutcheon (2000) destaca el cuento de Borges como un ejemplo de parodia, en este caso una parodia del género de la nota bibliográfica. Si bien no voy a profundizar sobre esto en el artículo, la referencia al libro de Hutcheon es interesante porque pone de manifiesto la relación entre parodia, plagio y propiedad en la literatura.
5Sarlo (2015) sostiene que ya desde Historia universal de la infamia se postula la teoría de la estética borgeana definida como “la teoría de la escritura como escritura de lecturas y no como escritura de invenciones” (pp. 103-04).
6Al respecto de la lectura de “Pierre Menard...” como la afirmación de la literatura como “robo”, en la primera edición de la novela Nombre falso de Ricardo Piglia —novela que continúa la tradición del plagio en la literatura argentina que tiene su origen, quizás, en Macedonio Fernández— se da un diálogo entre Kostia (citado en Fornet, 1994), uno de los personajes, y el narrador, en el que el primero le dice al segundo lo siguiente: “Lea Escritor fracasado: eso es lo mejor que Roberto Arlt escribió en toda su vida. La historia de un tipo que no puede escribir nada original, que roba sin darse cuenta: así son todos los escritores en este país, así es la literatura acá. Todo falso, falsificaciones de falsificaciones [...] Mire-dijo-, haga una prueba, compare Escritor fracasado con ese cuento de Borges, con Pierre Menard: son la misma cosa. El tipo que no puede escribir si no copia, si no falsifica, si no roba. Ahí tiene un retrato del escritor argentino. ¿A usted le parece mal? Y sin embargo no está mal, está muy bien: se escribe desde donde se puede leer”. (p. 138)
7Roland Barthes (1994), quien en un texto de 1968 proclama la muerte del autor para otorgarle el lugar de privilegio al lector, recuerda también que la escritura es siempre la escritura de una lectura (p. 35). Pero además, siguiendo a Jacques Derrida (1989) se podría hablar no solo del autor como un escritor de lecturas sino como un “bricoleur”, es decir, aquel que tiene “la necesidad de tomar prestados los propios conceptos del texto de una herencia más o menos coherente o arruinada...” (p. 392).
8En su estudio de las obras de Borges, Fuentes, Huidobro y Sarduy, Alicia Rivero-Potter (1991) también se refiere a la obra de Menard como un palimpsesto del Quijote que derroca al autor como autoridad y “vivifica” el texto cervantino (pp. 76-77).
9En Para una teoría de la producción literaria, Macherey (1974) escribe que la obra literaria es el resultado de un trabajo específico con el lenguaje y la ideología y que la actividad del escritor “debe presentársenos en primer lugar como un trabajo” (p. 57).
10En una entrevista publicada en el libro Ricardo Piglia al cuidado de Jorge Fornet, Piglia dice que “en lo que refiere a esta última [a su ideología literaria], Borges es señaladamente anticapitalista y antiburgués. ¿Cómo entender, si no, que él no crea en la propiedad ni en la originalidad de la literatura, que son los rasgos que definen la ideología literaria burguesa?” (Pérez Cano, 2000, pp. 24-25). Aquí se evidencia un problema lingüístico lógico, que tiene que ver con la dificultad de salirse del todo del paradigma de la propiedad, puesto que el plagio, por definición, la presupone.
11Cuando me refiero al barroco como resistencia al capitalismo estoy pensando en dos cosas. En primer lugar, en lo que dice Sarduy (1987) respecto de que “ser barroco hoy significa amenazar, juzgar y parodiar la economía burguesa, basada en la administración tacaña de los bienes, en su centro y fundamento mismo: el espacio de los signos, el lenguaje, soporte simbólico de la sociedad, garantía de su funcionamiento, de su comunicación” (p. 209). En segundo lugar, pienso en lo que expresa Echeverría (2000) al respecto del ethos barroco en su libro La modernidad de lo barroco, en donde escribe que el ethos barroco, si bien acepta el hecho capitalista como algo consumado, al mismo tiempo se resiste y lo mantiene como algo ajeno e inaceptable (p. 39). Además, destaca que su interés en explorar el ethos barroco está motivado por el deseo de pensar “en una modernidad poscapitalista como una utopía alcanzable” (Echeverría, 2000, pp. 35-36), con lo que afirma también esa invitación a pensar otros mundos posibles. Creo que es en esta dimensión anticapitalista en donde el/lo barroco y el plagio convergen.
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